Las lecturas se dan en el lado inverso a la vida, justo en el momento que ya nada te impide leer pornografía o ver videos o cualquier cosa considerada no familiar es cuando menos te interesa.
Esta reflexión que parece banal, seguramente lo es, pero a los viejos se nos perdonan estas dispersiones con que el cerebro ingresa a los tema, porque entonces en vez de vagar en la redes por sitios divertidos, una vaga por sitios con temas que insospechados.
El otro día, leí inadvertidamente un artículo sobre algo así como “sistema literario” de una tal Ana Abregú, que resulta que no tiene nada que ver con informática, no la tal Ana Abregú, sino la palabra sistema.
Qué palabra: “sistema”, en fin, el caso es que si esa palabra va seguida de “literario” cambia el contexto y su interpretación.
En esta era el contexto es tan importante como el texto.
El asunto es más o menos que si vos en tu texto o lo que sea, nota, cuento, comentario, artículo, queja, relato, no sé cuántas cosas más, lo nombras a Borges, por ejemplo, es posible que alguien, más lúcido que vos, encuentre alguna relación entre tu texto y algo que tenga que ver Borges.
La cosa viene categorizada, si nombras por ejemplo un personaje, Gregorio Samsa, por decir cualquiera, entonces tu texto se relaciona con el texto origen de ese personaje.
Qué quieren que les diga, a mi no se me dan tales relaciones, pero yo por las dudas escribo Saer, Onetti, y si tienen algo para sugerirme me informan así amplío mi proyección literaria.
Debo ser sincera, esa medida de relación, para mí, en vez de nombres se me da con los dientes.
Otros establecen un sistema literario con los nombres famosos, a mi se me da ese sistema literario con los dientes.
La cosa viene así, resulta que entre mis recuerdos perturbadores de la niñez, está el vaso de dientes en la mesa de luz de mi mamá, algunos psicolocos deberían estudiar el grado de trauma que causa semejante visión, porque yo, que ya soy abuela aún recuerdo esas fauces flotando en ese líquido amniótico que paría los dientes de mi madre todas las mañanas.
El caso es que debido a ese tema, yo hice en mi vida todo lo necesario para mantener mis dientes originales y más o menos lo he logrado.
El asunto es que tal como con las películas pornos, nadie lo ha notado, aún cuando sonrío para hacer ver que son míos, la gente presupone que no lo son y no lo mencionan al tema por considerarlo de mala educación.
Ese es otro de los reproches de mi nieta: “Abue, cuando venga mi novio, no le pidas mp3 de Iron Maiden ni le muestres los dientes explicándole que son tuyos”.
El sistema literario se me armó más o menos cuando falleció el tan entrañable dibujante y escritor Fontanarrosa, que debido a su larga enfermedad se anduvieron publicando sus cuentos, el que viene a colación es precisamente uno en donde había una vieja, más vieja que yo, pongamos mucho más vieja que yo, que no tenía ni un solo diente; entonces la familia, para alimentarla, le daban su porción a los perros de la casa para que masticaran previamente la comida, y luego convencerlos a golpes que la devolvieran para alimentar a la abuela.
Así, contado de ese modo, no parece que hubiera un “sistema literario” de ningún tipo, pero el cuento toma otra dimensión, cuando se conoce el origen de la historia a la cual hace referencia, que es la de la película “La montaña del Narayama”, creo, no hay que confiar en mi memoria de abuela a la hora de los nombres, pero la idea de la película era de una vieja que conservaba todos sus dientes, y la tribu comienza a maltratarla por considerarla una bruja, debido a que no perdía los dientes, y porque debido a ese hecho era una boca más que alimentar.
La vieja se golpeaba la boca contra las rocas para romperse los dientes, y obligar a su hijo a cargarla hasta la montaña en la que nevaba fuertemente y abandonarla allí para que se la comiera el gran oso y no representara problema de alimento para la tribu.
Si no fuera por mis dientes, a los que le presto atención, que me hizo recordar esa película, no sé cómo se encuentra humor en el cuento de Fontanarrosa, en donde ocurre al revés: el hijo a toda costa quiere llevar a la vieja a la montaña, pero la vieja se resiste, y cada vez que hacen la travesía, ella termina bajando sola, de la montaña. Se aparecerse otra vez en la tribu, y así varias veces, el hijo la vuelve a llevar una y otra vez, hasta que se da por vencido cuando aparece la vieja remolcando un enorme oso, que del susto al verla cae muerto y ella arrastra para, ahora proveer, como una cazadora el alimento para la tribu.
Me gusta pensar que la moralejas es: cuidado con deshacerse de los viejos, que pueden ser útiles.
Si no fuera por el asunto de mis dientes, no podría haber tenido en cuenta la relación entre ambos relatos.
No descarto el momento en transformarme en proveedora del novio de mi nieta en cuanto consiga los temas en mp3 más hot del momento, entonces podré mostrarles mis dientes sin que nadie me diga nada.
Adelaida Sharp
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